miércoles, 30 de mayo de 2012

China no va a dominar

China está lista para convertirse en la próxima superpotencia del mundo? Este es un interrogante que se formula cada vez con más frecuencia conforme el crecimiento económico de China sigue aumentando a más del 8% anual, mientras que el mundo desarrollado continúa sumergido en una recesión o al borde de una recesión. China ya es la segunda economía más importante del mundo, y será la más grande en 2017. Y su gasto militar crece más rápido que su PBI. 

La pregunta es bastante razonable si no le damos un giro estadounidense. Para una mente estadounidense, solo puede haber una superpotencia, de manera que el ascenso de China automáticamente será a expensas de Estados Unidos. En rigor de verdad, para muchos en Estados Unidos, China representa un desafío existencial. Esto es excesivamente desmesurado. De hecho, la existencia de una única superpotencia es sumamente anormal, y el concepto sólo surgió luego del colapso inesperado de la Unión Soviética en 1991. La situación normal es la de coexistencia, a veces pacífica, a veces beligerante, entre varias grandes potencias. 

Por ejemplo, Gran Bretaña, cuyo lugar muchas veces se dice que fue ocupado por Estados Unidos, nunca fue una "superpotencia" en el sentido estadounidense del término. A pesar de su imperio expandido y de su supremacía naval, la Gran Bretaña del siglo XIX nunca podría haber ganado una guerra contra Francia, Alemania o Rusia sin aliados. Gran Bretaña era, más bien, una potencia mundial -uno de muchos imperios históricos que se diferenciaban de potencias más pequeñas por el alcance geográfico de su influencia y sus intereses. 

La cuestión pertinente, entonces, no es si China reemplazará a Estados Unidos, sino si comenzará a adquirir algunos de los atributos de una potencia mundial, particularmente una sensación de responsabilidad por el orden global. Aún planteada de esta manera más modesta, la pregunta no admite una respuesta clara. El primer problema es la economía de China, tan dinámica en la superficie, pero tan desvencijada por debajo.
El analista Chi Lo lúcidamente presenta un panorama de éxito macro de la mano de un fracaso micro. El gigantesco estímulo de 4 billones de renminbi (586.000 millones de dólares) en noviembre de 2008, principalmente inyectados en empresas estatales deficitarias a través de préstamos bancarios directos, sustentó el crecimiento de China frente a la recesión global. Pero el precio fue una mala asignación, cada vez más grave, del capital que resultó en carteras cada vez mayores de préstamos morosos, mientras que los excesivos ahorros de los hogares chinos inflaron burbujas inmobiliarias. Es más, Chi sostiene que la crisis de 2008 sacudió el modelo de crecimiento de China liderado por las exportaciones, debido a una deficiencia prolongada de la demanda en los países avanzados.

El problema tiene que ver con los valores políticos. El futuro "ascenso" de China dependerá de desmantelar íconos clásicos de la política comunista como la propiedad de activos públicos, el control de la población y la represión financiera. El interrogante sigue siendo hasta dónde se permitirá que lleguen estas reformas antes de que pongan en jaque al monopolio político del Partido Comunista, garantizado por la constitución de 1978.

Dos valores culturales importantes apuntalan el sistema político de China. El primero es el carácter jerárquico y familiar del pensamiento político chino. Los filósofos chinos reconocen el valor de la espontaneidad, pero dentro de un mundo estrictamente ordenado en el que la gente conoce su lugar. 

Fuente: Diario Expreso 
Martes 29 de Mayo de 2012 | OPINIÓN INTERNACIONAL