China está lista para convertirse en la próxima
superpotencia del mundo? Este es un interrogante que se formula cada vez con
más frecuencia conforme el crecimiento económico de China sigue aumentando a
más del 8% anual, mientras que el mundo desarrollado continúa sumergido en una
recesión o al borde de una recesión. China ya es la segunda economía más
importante del mundo, y será la más grande en 2017. Y su gasto militar crece
más rápido que su PBI.
La pregunta es bastante razonable si no le damos un giro
estadounidense. Para una mente estadounidense, solo puede haber una
superpotencia, de manera que el ascenso de China automáticamente será a
expensas de Estados Unidos. En rigor de verdad, para muchos en Estados Unidos,
China representa un desafío existencial. Esto es excesivamente desmesurado. De
hecho, la existencia de una única superpotencia es sumamente anormal, y el
concepto sólo surgió luego del colapso inesperado de la Unión Soviética en
1991. La situación normal es la de coexistencia, a veces pacífica, a veces
beligerante, entre varias grandes potencias.
Por ejemplo, Gran Bretaña, cuyo lugar muchas veces se dice
que fue ocupado por Estados Unidos, nunca fue una "superpotencia" en
el sentido estadounidense del término. A pesar de su imperio expandido y de su
supremacía naval, la Gran Bretaña del siglo XIX nunca podría haber ganado una
guerra contra Francia, Alemania o Rusia sin aliados. Gran Bretaña era, más
bien, una potencia mundial -uno de muchos imperios históricos que se
diferenciaban de potencias más pequeñas por el alcance geográfico de su
influencia y sus intereses.
La cuestión pertinente, entonces, no es si China reemplazará
a Estados Unidos, sino si comenzará a adquirir algunos de los atributos de una
potencia mundial, particularmente una sensación de responsabilidad por el orden
global. Aún planteada de esta manera más modesta, la pregunta no admite una
respuesta clara. El primer problema es la economía de China, tan dinámica en la
superficie, pero tan desvencijada por debajo.
El analista Chi Lo lúcidamente presenta un panorama de éxito
macro de la mano de un fracaso micro. El gigantesco estímulo de 4 billones de
renminbi (586.000 millones de dólares) en noviembre de 2008, principalmente
inyectados en empresas estatales deficitarias a través de préstamos bancarios
directos, sustentó el crecimiento de China frente a la recesión global. Pero el
precio fue una mala asignación, cada vez más grave, del capital que resultó en
carteras cada vez mayores de préstamos morosos, mientras que los excesivos
ahorros de los hogares chinos inflaron burbujas inmobiliarias. Es más, Chi
sostiene que la crisis de 2008 sacudió el modelo de crecimiento de China
liderado por las exportaciones, debido a una deficiencia prolongada de la
demanda en los países avanzados.
El problema tiene que ver con los valores políticos. El
futuro "ascenso" de China dependerá de desmantelar íconos clásicos de
la política comunista como la propiedad de activos públicos, el control de la
población y la represión financiera. El interrogante sigue siendo hasta dónde
se permitirá que lleguen estas reformas antes de que pongan en jaque al
monopolio político del Partido Comunista, garantizado por la constitución de
1978.
Fuente: Diario Expreso
Martes 29 de Mayo de 2012 | OPINIÓN INTERNACIONAL