jueves, 6 de noviembre de 2008

El idioma no impide progresar

Sin lugar a dudas esta es una afirmación que refleja el esfuerzo de los ciudadanos chinos que llegan al Ecuador, pues hablar poco español no es un impedimento para algunos, quienes por su amor y dedicación al trabajo han mejorado su calidad de vida.

No es fácil para un chino aprender el idioma. En el país oriental existen 56 dialectos diferentes, que se derivan de cuatro sistemas base, el mandarín, el wu, el ming y el yi.

Lin Nei Xiang pone en práctica sus conocimientos culinarios en su local Sabor Chino, ubicado en Sucre y Chimborazo. Uno de sus grandes problemas es colocar en la pizarra los nombres de los combos que propone para el día a día. Su esposo Chen Wei, la ayuda en esa tarea. Además, intenta aprender el español, él escucha, repite todas las instrucciones que le brindan sus amigos de los locales vecinos para adquirir conocimiento porque está decidido a residir indefinidamente.

El angustioso movimiento de sus manos se conjuga con la mirada fija y penetrante que Lin Nei Xiang muestra cada vez que trata de comunicarse con sus clientes del chifa Sabor Chino.
Para ella, no es fácil pronunciar las palabras que serían tan cotidianas en su dialecto, el fujian. Sus grandes compañeros son tres viejos diccionarios mandarín-español, que los cuida como un verdadero tesoro.Cuando no conoce una palabra, busca con desesperación en los libros. Si no encuentra la frase propicia, una sonrisa la embarga y mueve la cabeza en señal de aprobación, sin saber siquiera lo que le dicen.Lin trata de que sus clientes se sientan en confianza, aunque no puedan mantener una conversación normal, por eso revisa que en cada mesa no les falte la salsa china o de tomate.
Solo tiene grabadas en su memoria las frases cotidianas para la atención al público. ¿Pala lleval o aquie?, repite constantemente a sus clientes. Algunos piensan que ella aprendió el idioma, pero al solicitarle algo en español, la expresividad de su rostro son suficientes para que los compradores entiendan que no captó sus requerimientos.

En ese momento, las señas son las grandes protagonistas del restaurante. El movimiento de los dedos para solicitar una gaseosa o simular que se limpian los labios con la mano son suficientes para saber que necesitan una servilleta.
Trata de que le entiendan sus clientes, pero la mayoría de las veces sus esfuerzos son en vano. Pero no todo es felicidad para la asiática, porque en las noches la frustración la invade al encontrarse en un continente extraño, sin la compañía de sus familiares más cercanos. El pasar de sus queridas “paisanas” de otros negocios, enciende en sus ojos una chispa de alegría, que luego se apaga cuando recuerda que debe continuar su rutina.
Fuente: Diario Expreso

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